Este sábado se cumplen 28 años del asesinato de María Soledad Morales

Ada de Morales, madre de “Sole”, la recuerda en cada acontecimiento de su familia. Luis Tula y Guillermo Luque, quienes fueron condenados por el crimen, recuperaron la libertad. El encubrimiento nunca se juzgó.

Sociedad 08/09/2018

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A 28 años de aquel día, Ada sostiene que el recuerdo de su hija es permanente y que jamás vio a alguna persona arrepentirse por lo que ocurrió con Sole. “Lo que hicieron con mi hija fue bastante cruel; ellos le tienen que pedir perdón por toda la masacre que hicieron a Dios y a mi Sole”, dice la mujer, y rememora con dolor: “Yo fui duramente castigada como madre. Muchas personas me cuestionaron. Decían que era mala madre porque no conocía sus amistades y porque no la supe cuidar. Querían hacerme sentir culpable”.
 
Una vez que llegaron a la discoteca, Sole y sus compañeras empezaron a disfrutar el baile que habían organizado. Ella les pidió a sus compañeras hacerse cargo de la boletería del local. 
 
“Me va a pasar a buscar una persona”, fue su argumento. Este no era otro que Luis Tula, un hombre con el que la adolescente mantenía una relación sentimental en secreto por la diferencia de edad.
 
Esa noche, Tula se conducía en un Fiat 147 color claro. Según la crónica policial de la época, ellos habían quedado en reunirse a las 3.30 de la madrugada. Llegada esa hora y concluido el baile, María Soledad fue acompañada por una amiga y su novio al encuentro con Tula. Este la invitó al boliche Moana. En ese lugar, la joven conoció a los hijos del poder. 
 
Cuando María Soledad  decidió irse del lugar, Arnoldito Saadi, primo del gobernador, quien conocía a la chica del barrio, se ofreció a llevarla en auto junto a otras personas. En el trayecto, uno de los acompañantes del conductor descendió y fue entonces cuando la joven fue invitada a un asado, en la mansión “Puerta de Hierro”, de la familia Luque. 
 
El asado resultó ser una excusa. Cuando llegaron a la mansión, había seis personas, entre ellas dos jóvenes. Las tres comenzaron a ingerir bebidas alcohólicas mezcladas con psicotrópicos. Pinchazos en las piernas de María Soledad confirmaron la utilización de cocaína a través de jeringas.
 
Todas sufrieron las más ruines vejaciones y dos de ellas las soportaron en estado de semiconciencia. Pasado el mediodía, ya del sábado 8, María Soledad se desplomó y comenzó a tener convulsiones. Ya había perdido el conocimiento.
 
Martha Pelloni:“El crimen de María Soledad fue el primer caso de trata de personas”
Desesperado y sin saber a qué atinar, Guillermo Luque, el líder del grupo, llamó a Buenos Aires para hablar con su padre, el diputado nacional Ángel "el Gordo" Luque. “Hacé algo pronto que se va”, dijo el muchacho, a lo que su padre retrucó: “No toquen nada pendejos de mierda". Acto seguido, se contactó con su amigo, el jefe de Policía Miguel Ferreyra.
 
A las 15 de ese sábado, María Soledad ingresaba en ambulancia a la clínica Jalil, de Catamarca. Su estado era gravísimo: coma grado cuatro. Su respiración se tornaba cada vez más dificultosa y hubo que practicarle una traqueotomía.
 
Quien supervisaba todo el operativo por indicaciones del diputado Luque requirió los servicios de un avión privado para trasladar a la chica a un centro de alta complejidad en Tucumán.
 
A las 21 –dos horas después de que el padre denunció su desaparición–, una camilla con María Soledad salió de la clínica para embarcarla hacia Tucumán, pero, antes de llegar a la ambulancia, la joven falleció por un paro cardíaco.
 
Hasta elaborar un plan que permitiera deshacerse del cadáver y de salvar de responsabilidades al grupo, el cuerpo de la estudiante fue metido en una lavadora en la clínica.
 
Durante el domingo 9 se prepararon los futuros pasos a seguir, con por lo menos dos alternativas. Una vez decidido el sitio donde se arrojaría el cuerpo y ya en la noche de ese domingo, un médico de la Policía escalpeló a María Soledad y le cortó una oreja, según trascendió en aquella oportunidad.
 
El lunes, un obrero encontró el cuerpo y dio aviso a la policía. Los restos fueron inmediatamente levantados y derivados a la morgue sin conocimiento de la justicia. “La comisaría 3ª borró pruebas apenas encontraron el cadáver”, dice Ada. Hoy, en ese sitio hayun santuario en su memoria. “Los chicos que están rindiendo le dejan las carpetas como agradecimiento”, cuenta la mujer, y agrega: “Yo suelo ir con mis nietos, pero más voy al cementerio. En el mausoleo también hay muchas cosas que le dejan las personas a Sole”.
 
El atroz crimen motorizó un pedido de justicia masivo, encabezado por Ada,por la monja Pelloni y por las compañeras de Sole. Se nacionalizaron las marchas del silencio, que fueron más de 80.
 
Tambaleaba el gobierno de Ramón Saadi. Este exigía apoyo de Carlos Menem, el presidente en ese entonces, y lo obtuvo: el comisario Luis Patti se hizo cargo de la investigación.
 
El policía más conocido del país llegó a Catamarca. Tenía la misión de buscar un “chivo expiatorio”: Luis Tula. Pero fracasó en su misión y el pueblo que lo recibió como a un mesías terminó echándolo. 
 
“Venía a mi casa y me batallaba a preguntas. Quería hacerme sentir responsable de la muerte. Quería ensuciar la memoria de mi hija, ensuciarnos como familia y a los que marchaban. Ese era su objetivo. No buscaba la verdad, buscaba condenar a mi hija”, sostiene Ada.
 
En el camino hacia la verdad, se sucedieron los investigadores y los jueces que cubrieron a los asesinos. También se tuvieron que ir. Y Ramón Saadi quedó solo. Menem se dio cuenta a tiempo de que no tenía que dejarse arrastrar por el fantasma de María Soledad e intervino la provincia. 
 
Los jueces saadistas no pudieron ser desterrados. Tampoco la impunidad del encubrimiento, que nunca se juzgó. “Se lo cajoneó. En el crimen de mi hija hubo más personas involucradas”, repite hasta hoy su madre. 
 
En 1991, un año después del crimen, Arnoldo Castillo arrasó en las elecciones democráticas con la promesa de aclarar el asesinato. Eso dio rédito en las urnas y, fiel a su promesa, anunció el primer juicio oral y público contra Guillermo Luque y Luis Tula, en 1996.
 
Todo estaba arreglado para que sea condenado sólo Tula. El juicio se transmitía en vivo y en directo. Gracias a la televisación los argentinos pudieron ver la seña cómplice del juez Juan Carlos Sampayo a la jueza María Alejandra Azar que integraba la Cámara Penal.  El fraude quedó al descubierto y el proceso se anuló.
 
Finalmente, el 27 de febrero de 1998 –casi ocho años después del asesinato–, llegó la hora de la justicia. Guillermo Luque, hijo del exdiputado nacional Ángel Luque, fue condenado a 21 años de prisión por asesinato y violación.
 
En tanto, Luis Tula, el amigovio de la adolescente, recibió una pena de nueve años de prisión por ser partícipe secundario en la violación.
 
Tanto Luque como Tula quedaron libres al cumplimentar los dos tercios de su condena. El primero quedó en libertad condicional el 12 de abril de 2009, luego de cumplir 14 años tras las rejas. El segundo obtuvo el beneficio en 2003. Ambos regresaron a Catamarca y se los suele ver por la ciudad. Luque se dedica a los negocios inmobiliarios y Tula ejerce la abogacía, profesión que estudió en la cárcel.
 
Los seis nietos de Ada saben todo lo que pasó con su tía María Soledad. Es difícil imaginar cómo hizo esta mujer, junto con su esposo, para criar a sus hijos en medio de ese terrible dolor. “Siempre les hablé y ahora lo hago con mis nietos. Les digo que no hay que guardar rencor ni odio en el corazón porque se enferma uno mismo. Hay que dejarlos que caminen. Si uno ha hecho daño en la vida, todo vuelve. No digo que sea de la misma manera que nos pasó a nosotros como familia, pero un dolor se le presenta en la vida y ahí capaz recapacitan”, reflexiona la mujer. 
 
En los últimos años, Ada no se ha vuelto a cruzar con los asesinos de su hija. “Ojalá nunca más los encuentre”, confía y, rememora: “Una vez lo vi a Tula. Yo estaba con mi prima en el centro de Catamarca a punto de tomarme el colectivo. Él tenía la libertad condicional y estaba con un grupo de amigos. Mi prima gritó ¡'el Tula'! Yo quedé paralizada, no podía dar un paso. Mis hijos lo han visto en alguna oportunidad, pero no me lo dicen. Yo sé que ellos también sufren por eso”.
 
ENTRE CÓRDOBA Y #NIUNAMENOS
 
Durante el juicio oral y público, dos cordobeses jugaron un rol fundamental para que se llegara a la histórica condena de Luque y de Tula. Fueron Gustavo Taranto, quien actuó como fiscal, y José Buteler, el abogado penalista que fue querellante en representación de la familia Morales.
 
“Estamos reagradecidos con Buteler y todo su equipo. Un abogado con todas las letras que trabajó día y noche para lograr que los condenaran. En el expediente faltaban fojas. Lo que hizo junto con su equipo nosotros lo valoramos mucho”, cuenta la mujer, y añade: “También le agradezco a La Voz por cubrir el caso”.
 
Si la figura del femicidio hubiera existido hace 28 años, los asesinos de María Soledad hubieran sido condenados a prisión perpetua. Sobre este punto, Ada reflexiona: “El caso de mi hija tocó el corazón de todos. Fue el más grande de la historia de Catamarca. Fui a la primera marcha Ni Una Menos. Apoyo a todas las madres, a las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia”.
 
Misa por la memoria de María Soledad y de Elías. El 8 de septiembre, a las 20, habrá una misa en la capilla Nuestra Señora de la Merced en memoria de María Soledad y de su padre, de cuyo fallecimiento se cumplieron dos años el 1° de agosto. “Es en la misma capilla donde bautizamos a Sole. La va a dar el cura Oscar Tapia”, concluye Ada de Morales.

CATAMARCA. A más de dos décadas del crimen, Ada y Martha siguen en contacto (La Voz/Archivo).

CATAMARCA. A más de dos décadas del crimen, Ada y Martha siguen en contacto (La Voz/Archivo).

ADA Y ELÍAS. Los padres de Sole, en el lugar donde hallaron el cadáver de su hija. Hoy hay un santuario en su memoria (La Voz/Archivo).

ADA Y ELÍAS. Los padres de Sole, en el lugar donde hallaron el cadáver de su hija. Hoy hay un santuario en su memoria (La Voz/Archivo).

QUINTO AÑO. Sole, junto a sus compañeras del colegio del Carmen y San José (La Voz/ Archivo).

QUINTO AÑO. Sole, junto a sus compañeras del colegio del Carmen y San José (La Voz/ Archivo).

SANTUARIO. Estudiantes le dejan sus cuadernos a María Soledad (La Voz/Archivo).

SANTUARIO. Estudiantes le dejan sus cuadernos a María Soledad (La Voz/Archivo)

MARCHAS DEL SILENCIO. Fueron encabezadas por la monja Martha Pelloni, rectora del colegio al que iba María Soledad (La Voz/Archivo).

MARCHAS DEL SILENCIO. Fueron encabezadas por la monja Martha Pelloni, rectora del colegio al que iba María Soledad (La Voz/Archivo).

 

 

CATAMARCA. Tras el estallido por el crimen de María Soledad, el gobernador Saadi le pidió ayuda a Carlos Menem (La Voz/ Archivo).

CATAMARCA. Tras el estallido por el crimen de María Soledad, el gobernador Saadi le pidió ayuda a Carlos Menem (La Voz/ Archivo).

CATAMARCA. Hubo más de 70 marchas del silencio para exigir justicia (La Voz / Archivo).

 

 

HIJO DEL PODER. Guillermo Luque, el hijo del exdiputado nacional Ángel Luque, fue condenado por el crimen. Hoy está en libertad (La Voz/Archivo).

HIJO DEL PODER. Guillermo Luque, el hijo del exdiputado nacional Ángel Luque, fue condenado por el crimen. Hoy está en libertad (La Voz/Archivo).

 

 

 

LUIS TULA. Mantenía una relación en secreto con la adolescente al momento del crimen. Posiblemente fue el entregador. Hoy es abogado (La Voz/Archivo).

LUIS TULA. Mantenía una relación en secreto con la adolescente al momento del crimen. Posiblemente fue el entregador. Hoy es abogado (La Voz/Archivo).

 

 

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