Bajo la denominación de “ataque preventivo”, Israel cumplió en las últimas horas una misión en la que trabajaba hace tiempo: bombardear Irán.

 

Complejidades al margen, consideraba que el desarrollo de sus proyectos nucleares eran comprometedores. Mediante su sistema de misiles y sus poderosos F-35 le apuntó no sólo al “poder del uranio” de las centrales, sino también a altos mandos del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Revolucionaria.

 

La central nuclear de Natanz fue uno de los objetivos, como así también el cuartel general del Estado Mayor del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica.

 

En ese marco, el líder supremo iraní, Ali Khamenei, confirmó la muerte del general Mohamad Hosein Baqerí, y nombró a Abdolrahim Mousavi como nuevo jefe del Estado Mayor de las FFAA.

 

Israel también asesinó en la escalada de la madrugada a Hossein Salami, comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria. En su lugar fue colocado Mohammad Pakpour.

 

La cirugía del ataque también produjo el crimen de varios científicos nucleares y al exjefe de la Organización de Energía Atómica, Fereydoun Abbasi, y Mohammad Mehdi Tehranchi, cuya figura es considerada central en el enriquecimiento de uranio en el país.

 

Irán dispuso el “alerta máximo” y maniobró rápidamente un esquema de ataques en represalia.

 

Israel, en tanto, aconsejó a la población permanecer cerca de los refugios dispuestos en todo el territorio.

 

La cuestión rebota en todo el mundo, y las miradas se centran en el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la Unión Europea.