Jesús María, día 10: el festival tuvo un cierre muy festivo con el Indio Rojas y Los Palmeras

Con 12.400 entradas cortadas, Jesús María tuvo un cierre redondito, pese a que el clima no fue el aliado de este año. Entre el Indio Lucio Rojas y Los Palmeras hicieron bailar a un estadio dispuesto a la fiesta.

Festivales 21/01/2019

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Con el campeonato de jineteada resuelto temprano, el cierre del Festival de Jesús María proponía un programa doble de buen folklore y cumbia santafesina. A la medianoche, el anfiteatro lucía bastante completo y la organización informaba que se habían vendido casi 10 mil entradas.
 
Musicalmente, la velada dosificaba artistas con buen feeling con el público. Ocurrió en un principio con Los Trajinantes y un rato más tarde con Los Carabajal. Los de Santiago del Estero tienen repertorio como para tocar y quedarse a esperar que el público complete cada estrofa. No es casualidad que lleven 50 años en los escenarios. Y a Musha se lo vio muy emocionado. No era para menos.
 
En un año de elecciones presidenciales, por lo menos hizo ruido que se le diera tanta cámara y espacio al gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y a su esposa Isabel Macedo. Ingresó al campo de doma arriba de un caballo peruano, acompañado por Jorge Rojas, y empilchado como un gaucho de Güemes auténtico. 
Raro para un festival donde siempre se hizo un aparte a cualquier tipo de favoritismo político. Será el signo de los tiempos que corren, pero deberán discutirlo puertas adentro si es que quieren seguir manteniendo el prestigio de independientes que siempre izaron como bandera.
 
 
Antes de la ceremonia de entrega de premios a los campeones de jineteada, se hizo entrega de los premios a los músicos destacados de la edición. La distinción de honor fue para “Vichito” Echeverría; la mención de honor, para Salta 3; la revelación, para Indios de Ahora; y la consagración, para Cabales.
 
 
De la mano del consagrado
 
Ya pasada la 1 subiría El Indio Lucio Rojas, que encendió al anfiteatro con dos buenas chacareras, Marca borrada y Volver a verte. “Vamos a cantarle al amor, a la fe, a la esperanza”, dijo al dar las buenas noches y con la promesa de honrar al pueblo en que nació. Las referencias al monte y al río Pilcomayo no faltaron. 
Como estaba anunciado en el programa, para los bises se sumó Jorge Rojas y con Lucio y Alfredo terminaron de desatar la fiesta, en un anfiteatro José Hernández que ya estaba bien encendido. Los Rojas mostraron su efectividad como trío y de la mano de algunos clásicos hicieron cantar y bailar a las ya entonces 12 mil almas presentes. Todo parecía que se terminaba con Guitarra compañera y De esas que te hacen bailar, pero vendría la frutillita del postre.
 
¿Puede haber mejor arranque para Los Palmeras que con el Bombón asesino? 
 
Definitivamente, no. Es decir, desde el tema uno se desató la locura de todo un estadio que no dejó de bailar desde ese momento y por las próximas dos horas. Si los Manseros Santiagueños son los Rolling Stones del Folklore, ¿a Los Palmeras no sería justo catalogarlos como los Rolling Stones de la cumbia? Aunque la banda es grande en número, la columna vertebral es el acordeón de Marcos Caminos, que le imprime una dinámica interesantísima a sus canciones. A Caminos habría que levantarle un monolito. Su instrumento es el responsable de tanto ritmo.
 
 
A diferencia del cuarteto moderno, la cumbia santafesina de Los Palmeras se baila como quien dice “bajando un cambio”. Le imprimen sazón, pero la cadencia es preciosa y se puede bailar durante horas sin desfallecer.
Y lo que tienen estos históricos es que convierten al formato Palmeras cualquier canción, sea del género que sea. Se notó, por ejemplo, con Olvídala, y también con Te vas. Por ahí te meten un La bestia pop de Patricio Rey y casi casi que te da lo mismo que no estén el Indio (el otro, Solari) y Skay al frente. “A brillar mi amor, vamos a brillar”, cumbiaba el público feliz.
 
El magnetismo de la cumbia santafesina se extendió en los cuerpos de cada uno de los que se aguantaron hasta el final. Después de las 4.30, sólo quedaba la satisfacción de haber pasado un gratísimo momento con un festival que en 9 noches (tuvo que suspender una) vendió más de 120 mil entradas.
 

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